martes, 1 de septiembre de 2009

De vuelta. ¿Y ahora qué?

Ya estamos todos. Ya estamos de vuelta. A la realidad, al día a día, a la rutina de siempre, con sus cosas buenas y sus cosas malas... Es lo que toca y así debe ser, al fin y al cabo. En mi caso, después de tres deliciosas semanas de descanso (¿descanso?) en Galicia, la mejor tierra a donde escapar en verano del aterrador calor de Barcelona, y en Grecia. Ay, Grecia. Qué lugar. No lo conocía y no me decepcionó. Me gustó su gente, sus calles, su comida, su luz, su mar, su olor... De Atenas me quedo con los paseos nocturnos por Monastiraki y Plaka. Y con el Ecmek, uno de los postres más deliciosos que he comido nunca. De Santorini no sé con qué quedarme. Con el color del mar, con la brisa refrescante o con la simpatía de los que son simpáticos. Porque en Grecia la gente es rara, aunque ahí radica su encanto. O son desagradables hasta girarte el estómago de rabia o son tan encantadores que los abrazarías. Así son estos griegos.

Y ahora, de vuelta. Y la verdad es que el panorama no está mucho mejor de como lo dejé antes de irme. Incendios, muertos en carretera, muertos (o más bien muertas) por asesinato, impuestos, crisis, crisis y más crisis. Parecía que el relajo de agosto iba a ser una varita mágica que todo lo solucionara. Pero no, está claro que las cosas siguen en su sitio. No sé si es bueno o es malo. Según se mire. Porque podía haber ido a peor, pero ahí estamos. Ahora toca superar la cuesta de septiembre y pensar que este último trimestre será mejor. Espero que la Gripe A nos lo permita.

Sobre las noticias de hoy me quedo con la desesperación de los comerciantes de La Rambla de Barcelona, que cada mañana amanecen con los restos de la prostitución de la noche anterior al lado de sus comercios. Y me solidarizo con ellos. Pero también me quedo con las palabras de la presidenta de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona, Eva Fernández: "Hasta que no se regularice la prostitución no hay ninguna posibilidad de incidir de forma efectiva en el fenómeno". Y cuánta razón tiene. Y es que estas mujeres, al fin y al cabo, están trabajando y no deseo yo para mí ni para nadie de mi familia tener que recurrir a ello. Porque no son iguales las chicas de Berlusconi que las inmigrantes de La Rambla. Y por eso hay que hacer algo y la experiencia nos dice que la represión policial, en estos casos, no evita enfermedades, situaciones límite, violencia, robos y demás desgracias asociadas a este trabajo en la calle.

Feliz vuelta al cole.