jueves, 6 de mayo de 2010

Ahora toca retomar....

Vuelvo a este espacio. Lo dejé por pereza, por acumulación de trabajo, por inseguridad. Pero vuelvo porque he reflexionado y me he dado cuenta -creo que alguien hizo algún comentario en algún momento- de que en la vida hay que buscar tiempo para todo lo que a uno le gusta hacer. Y a mí me gusta escribir (también me gusta nadar, y cuando pase mi dolor de espalda prometo que volveré!). No tengo un blog para que nadie lo lea (aunque si lo estás leyendo, te lo agradezco en el alma porque no hay nada más bonito que alguien se interese por tus preocupaciones e inquietudes), sino para escribir. No recuerdo la primera vez que me interesó esta tarea, pero el caso es que a mí me llena de alegría escribir. Sería más certero decir que me llena de alegría ver que lo que escribo cobra sentido. Y todavía más cuando lo releo al cabo del tiempo: quizás ya pienso de otra manera, o ya he desarrollado más la idea que empezaba a asomar en aquel momento, pero siempre me sonrío al recordarme en aquel momento y en aquel lugar pensando y escribiendo.

Desde la última vez que entré aquí, el 3 de septiembre de 2009 según indica la página de entrada del blog, han pasado muchas cosas. En el mundo y en mi vida. Tengo un nuevo trabajo, que me llena enormemente, y soy feliz, podría decirse. Lo pienso y siento que no me falta nada imprescindible y eso debería hacernos felices. Ayer conocí a 25 niños de la Fundación Ánima, todos ellos enfermos. No pregunté, pero creo que la mayoría tenían leucemia. Pasé unas 2 horas y media con ellos mientras la fundación cumplía uno de sus sueños: subirse a un crucero y conocer a uno de los jugadores de los Harlem Globetrotters. En esas 2 horas y medio sonrieron mucho más que yo, gritaron de alegría mucho más que yo, se interesaron por lo que los rodeaba mucho más que yo. Y eso te hace pensar. Perdemos la inocencia y la curiosidad a medida que entramos en la rutina diaria. Serán los estudios, el trabajo, la necesidad de esforzarse para llegar a una meta... pero cuando crecemos no nos paramos a pensar. En lo que sea, da igual, pero deberíamos hacer un ejercicio de reflexión y no quejarnos tanto y ser conscientes de que seguramente hemos tenido mucha suerte. Había un niño, Jordi, que debía tener unos 8 o 9 años que me robó el corazón. Me miraba con ojos curiosos y me preguntó: "¿Y tú como te llamas? ¿Voy a poder ver el barco? ¿Me van a dar de merendar?". Estaba emocionado y disfrutó y nos hizo disfrutar a todos. Ver el entusiasmo que ponía su madre en sacarle fotos "chulas", como decía él, también me hizo pensar. Me hizo pensar en cómo actuaría yo en su lugar, con un hijo enfermo que no puede ser como los demás niños, que no puede jugar al baloncesto, que no puede irse de excursión con más niños...

No sé cómo actuaría, pero pensaré en ello. Hace poco una amiga tuvo un bebé y mi primera frase cuando vi su foto fue: "Qué guapo es!" Y otra amiga me dijo: "Lo importante no es eso, sino que esté sano". Y cuánta razón tiene.