miércoles, 8 de mayo de 2013

Soñando momentos felices

"Te pasas la vida soñando momentos felices y viviéndolos tal vez". Estas  palabras que me dijeron hace muchos años, muchos, han vuelto a mi cabeza en los últimos días. Sí, nos pasamos la vida pensando en momentos felices y, sólo a veces, los vivimos. Y es en esos instantes cuando pensamos, sin profundizar demasiado más porque tampoco es necesario: "Qué increíble que esté pasando esto!". Así mismo. Pero vivir momentos felices debe hacernos sentir afortunados porque son las cosas que valen la pena de la vida. Sin más. Sol, cerveza, compañía, risas, relax, más risas, recuerdos, sensaciones, piel de gallina, sonrisas (que no es lo mismo que risas)...

Es complicado gestionar las sensaciones que vienen después de según qué momentos. De antemano, imposibles de saber. Sí de intuir, pero no de anticipar, al menos no a ciencia cierta. Pero de nuevo la teoría de Mafalda que dice que las cosas buenas despeinan, que hacer el amor, reír, besar... despeina, vuelve a cobrar sentido. Ayuda pensar que, al final del día, lo peor que te puede pasar es que, mirándote al espejo, sonrías y tengas que volver a peinarte.

Es que, al final, es mejor vivir el día, centrarte en el 'hoy' y no en qué pasará mañana. Porque, ¿y si mañana ya no estás? ¿y si mañana, pasa algo y ya no puedes vivir el 'hoy'? Exacto, me digo. ¿Me autoconvenzo? No lo sé. Pero me lo digo y me lo repito y, al final, sonrío y, si hace falta, vuelvo a peinarme.

martes, 5 de marzo de 2013

Volver a peinarse

Sigo con ganas de escribir... Y ya se sabe...

Ayer, en medio de la vorágine laboral recibí, de una buena amiga, el típico power point con ideas filosóficas sobre la vida. Lo abrí poco esperanzada pero, a diferencia de muchos otros parecidos que me llegan, el de ayer 'me llegó', literalmente. Quizás porque llevaba un par de días pensando en cómo mi 'yo esencial' hace las cosas, en lo que haría si no pensara o reflexionara tanto (o tan poco, a veces...) y en si hay una forma de saber qué está bien hecho y qué no. Creo que no la hay, pero cada vez tengo más claro que aquello que me dijeron una vez, no hace tanto, acerca de si seguir al corazón o la cabeza era, al menos en parte, cierto. "A veces, hacer caso a tu corazón, lastima. Hay que poner cabeza. Y a cabezón no me gana nadie". Algo así era. Creo que no es que haya una manera de hacer las cosas bien, sino que tú eliges tu propia manera calibrando los efectos. Aunque cueste. Mucho, a veces.

Vuelvo al tema que me ocupa hoy: el power point con ideas filosóficas sobre la vida. Quien 'habla' en el documento, sobre una banda sonora que me removió las entrañas, es mi querida Mafaldita a quien, una vez más, le ha dado por concluir que el mundo está loco. ¿Por qué? Pues porque todo lo bueno, despeina.

Hacer el amor, despeina. Reírte a carcajadas, despeina. Viajar, volar, correr, meterte dentro del mar, despeina. Quitarte la ropa, despeina. Besar a la persona que amas, despeina. Y yo, que soy así, no quiero dejar de hacer el amor, reírme, viajar, volar, correr, besar (con o sin amor)... Ni mucho menos, dejar de meterme dentro del mar. Mafalda termina por concluir que lo único que al final importa es mirarse al espejo y ver a la mujer que debes ser. Porque lo peor que te puede pasar es que, sonriendo frente al espejo, tengas que volver a peinarte.

Y si lo pienso, es cierto y estoy de acuerdo. El problema, creo, no es despeinarse. Eso me da igual, ya me volveré a peinar. El problema es si, al final, terminamos sin pelo o algo peor... Quiero seguir siendo mi 'yo esencial', quiero seguir haciendo el amor, riéndome, viajando, volando, corriendo, besando... Quiero seguir bañándome en el mar. Por eso, creo que tenemos que encontrar la forma de que todas estas experiencias que, al fin y al cabo, son más buenas que malas, sólo nos despeinen. Unas veces, un poco; otras veces mucho, hasta el punto de que no nos reconozcamos. Pero siempre podemos volver a peinarnos. Y si nos rodeamos de gente que nos quiere de verdad, como yo tengo la suerte de tener, volver a peinarse será, si no fácil, un poco más llevadero.

Y es que muchas veces, si pudiéramos volver atrás y ser capaces de saber cómo estaríamos en el punto en el que estamos ahora mismo, con lo bueno y con lo malo, actuaríamos exactamente igual. Yo, al menos, lo haría. Así somos los humanos. Lo que molesta es no entender algunas cosas. Pero siempre podemos volver a peinarnos.

miércoles, 27 de febrero de 2013

Encontrar el equilibrio en el desequilibrio


Dicen que cuando “suena el gong final de algo” es cuando el cerebro tiene que hacer reset, y que es en ese momento cuando sale escribir. Y quizás sea así, porque, una vez más, hacía tiempo que no sentía ni la necesidad ni la inspiración suficientes para volver aquí.

Una pasa los días creyendo que tiene las cosas claras, intentando adaptar sus comportamientos a lo que espera de la gente, de la vida, de los momentos. Una intenta alcanzar ese quid pro quo que a veces llega, o cree que llega. Y entonces, en ese momento, una se siente en completa paz y armonía con el universo, con las energías equilibradas y con el karma de su lado por una vez en la vida. Y, una, auto-refuerza pensamientos, decisiones, actuaciones e ideas siempre sobre esa misma base: el equilibrio general. Y cuando una parte de ese equilibrio se cae, se dobla, cambia de posición y postura, entonces hay que resetear. Y parar a tiempo, aunque no sea lo que tus impulsos te dicen. Aunque haya una parte de ti que, egoístamente y sin tener en cuenta las consecuencias nada deseables que se podrían generar, preferiría seguir por ese mismo camino.

Pero con la edad una aprende a hacer más caso a la cabeza, a la racionalidad, a otras personas que son menos emocionales. Y, ¿por qué? Pues porque quiere protegerse y sabe que, si es 100% fiel a ella misma, va sin escudos por la vida. Y piedra tras piedra, una se da cuenta de que, supongo, las cosas no son tan sencillas ni tan complicadas, simplemente las complicamos porque es imposible no avanzar. Para mí, lo es. Quieres quedarte estancada en esa felicidad y equilibrio sin mover ni un solo pelo porque sientes que, sólo así, esa felicidad y equilibrio seguirán siendo tales. Quieres quedarte ahí pero no puedes. Pensaba que sí podía. He descubierto que no. Un aprendizaje más. Y descubres que no puedes cuando llegan las decepciones. Esta palabra, cuando ayer me la dijeron, me pareció bastante fuerte. Pero lo pienso y sé que es así. Es una decepción en toda regla, una desilusión, una sensación de “qué tonta”. Complicado de gestionar.

Sé que estas líneas no serán, ni mucho menos, comprensibles para todo el mundo (¡¡todo el mundo, como si tuvieran tantos lectores!!). Pero a quien concierna, lo entenderá. Es una cuestión de volver a equilibrarse. Es una cuestión de que el tiempo, lo sé, lo cura todo. Es una cuestión de saber manejar nuevas sensaciones y nuevos sentimientos (perdiendo, del todo, el miedo a esta palabra) y de mantenerlos en equilibrio recíproco. Es una cuestión de cómo conjugar el querer ser una misma y dejarse llevar (o más bien, dejarse ir) con lo que una sabe que es correcto y que será mejor. Es una cuestión complicada.