viernes, 14 de septiembre de 2012

"Me gusta tu mirada"

Hoy mi reflexión va de miradas. He leído a Tatiana Escobar en su blog y su entrada de hoy, Retrato de una mujer sin título, me ha parecido una obra maestra. Le cuenta al lector (hombre) cómo es la mujer interesante, la que no es demasiado bella porque, si lo fuera, "sería más hermosa que interesante", aquella que "tiene la elegancia de ser ajena a sus virtudes. La que, tal vez por eso, "cuando cae, se deja deslizar por la pendiente hasta el noveno círculo de la pena inconsolable. Entera cae y entera se yergue. Renace, a veces de las cenizas, y otras muchas, de montañas de kleenex manchados, dispuesta a creer una vez más, a confiar en la entrega como un acto importante para la existencia". La entrega como un acto importante de la existencia y la capacidad de renacer, de no dejarse hundir a una misma, como máxima vital. Caer entera pero levantarse entera y de una vez. Esto podría ser el resumen de mi visión de la vida.

Pero esto no tiene nada que ver con las miradas. El texto sigue diciéndole al supuesto hombre que lo está leyendo que si una mujer interesante le mira y él siente que le está robando algo que ni siquiera sabía que tenía, entonces, debe entregarse sin miramientos. ¿Cuántas veces hemos sentido más con una mirada que con una verborrea incontenida tratando de expresar sentimientos? Y es que, en realidad, es una gran paradoja que intentemos expresar algo tan grande y complejo como un sentimiento con palabras, que, al fin y al cabo, son limitadas. Muy limitadas. La mirada, en cambio, es la materialización de la proyección del lugar donde quiera que estén alojados los sentimientos. Mirada triste, mirada exultante, mirada profunda y mirada reprochadora. Un reto: explica con palabras esa alegría tan inmensa que sientes en ese momento que sabes que recordarás para siempre. Mírate, en cambio, al espejo cuando te sientas así y observa tus ojos y su mirada. No hay punto de comparación.

La mirada, si se sabe mirarla, puede descubrir sin esfuerzo y sin saberlo incluso la mentira mejor creada. Pero hay que saber verla. Y aunque haya quien sea capaz, incluso, de mirar mintiendo, siempre existe el fondo de la pupila, que alberga ese sitio donde el sentimiento está escondido.

"Atrévete a mirarla sin pretensiones (...). No se pide de ti ninguna acción. Todo cuanto puedas hacer se consume en el acto de sostenerle la mirada sin echar mano de estrategias. Quédate ahí, suspendido en el puente levadizo, asomado tembloroso en el balcón de sus pupilas". Así sigue Tatiana, hablando del balcón de las pupilas.

"¿Qué te dicen mis ojos?", me preguntaron hoy. "Eso me lo guardo para mí", le dije.

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